Morente ou O peso da púrpura

PortuguêsEspanhol (original)

O mundo do flamenco é fechado. Muito fechado. Tosco, eu diria. Seria a primeira coisa que alguém pensaria ao passar por ele e observar os móveis e estruturas que o compõem. Um ambiente carregado, com pouca ventilação. Assim que algum vento entra, as pessoas de dentro olham com lupa para ver para onde vai, os aromas que solta e, principalmente, de onde vem. Quase não dá para respirar. Alguns flamencos estão à beira da asfixia há décadas, mas felizes.

Camarón de la Isla

Camarón de la Isla

Por isso, ser um pouco transgressor aqui tem sua porcentagem heroica. Se você passa do ponto, pode provocar um cataclisma que arruinará sua carreira. Camarón começou “pelo bom caminho”, mas o panorama ficou pequeno e ele abriu as janelas. Quase o atiram por ali. Menos mal que a paixão e a história se encarregaram de posicioná-lo.

Também aconteceu com Enrique Morente, artista de resultados artísticos sublimes, fruto de uma cabeça pensante e uma garganta ativa, que, sem dúvida, fizeram que a fundação do templo dos sumos sacerdotes viessem abaixo várias vezes. Ainda que ele mesmo tenha feito o favor de levantá-lo. Pensei em escrever sobre ele.

O mestre Morente se foi quando 2010 ainda respirava e mesmo neste verão de 2011 estamos deglutindo algo que ainda vamos demorar alguns anos para digerir. Sua presença era garantia de atividade permanente nas cozinhas flamencas e, hombre, não é que tenhamos ficado sem pratos suculentos, mas desde então nosso menu perdeu bastante interesse, sobretudo se se trata de oferecer novidades a comensais com um mínimo de exigência.

Enrique Morente

Enrique Morente

Eram dias em que os suaves rumores faziam eco do então delicado estado de saúde do mestre Moraíto. Por isso ninguém imaginava que em apenas uma semana, Enrique Morente, quem acabava de rodar um documentário, passaria de internado por uma intervenção rotineira, anunciada como úlcera estomacal – foi o que nos disseram – a um estado irreversível que acabaria com sua vida. Sobre as polêmicas últimas horas do granadino, muito se falou e escreveu, às vezes com mais coração que com a cabeça, e sempre sem um consenso comum, prevalecendo as opiniões de dois grupos já inimizados: médicos e parentes. Ainda hoje não se oficializou uma resposta de algo que, para o nosso pesar, já não tem mais volta.

Da noite para o dia, o panorama musical espanhol perdia um de seus maiores expoentes. E ao flamenco, o mais afetado, estas baixas sempre chegam com o pé trocado. Aconteceu com o Camarón, salvo as diferenças, e agora foi a vez de um velho conhecido dele. Perder um gênio da importância de Morente em um momento de fertilidade criativa, era algo que o flamenco não podia se permitir.

Em Madri primeiro, e em Granada depois, todos os profissionais acompanharam Morente até o último estágio com o coração encolhido e ainda sem poder ser explicado. Até o guitarrista Paco de Lucía, que ultimamente não aparece publicamente, não titubeou em comparecer no mausoléu da SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) e soltar a voz para homenagear a honestidade de um artista com quem ele nunca gravou.

Enrique Morente era nosso último grande criador de cantes, letras, ensaios, melodias. Uma figura do flamenco a nível de Chacón, Marchena, Pastora, Mairena ou Caracol, somado a seu talento pessoal irreprensível e comprometido. Morente foi um exemplo, deixando um séquito de fãs e devotos, mas nenhum discípulo capaz de seguir seu rastro.

Aí está o problema. Ninguém duvida da quantidade de bons artistas que atualmente possuem este dom. Mas outra coisa é dar nome e sobrenome a esta vertente, para guiar as criações e estética dos cantaores atuais. Carmen Linares parece ser a eleita, na ausência de jovens cantaores com mais que meros anseios de renovação, isso sim, imaculada recreação.

Mas a jienense não pode ser a única. É preciso uma renovação muito mais profunda e urgente, que a conceda a inércia dos anos e a conjuntura de cada época. O flamenco está órfão.

E aguarda para ver que caminho a carreira de Estrella, a filha mais velha de Enrique, deve tomar. Principal proponente desta arte e defensora de um legado que vai além de uma lista de discos e criações imprescindíveis. Seria absurdo colocar no mesmo saco todos os seus parentes, mas, sem ao menos um esboço das condições flamencas de seus filhos menores, ela é a principal herdeira e por isso carregará esta missão, como parte de uma púrpura que levou Enrique, para nosso pesar.

Morente o El peso de la púrpura

El mundo del flamenco es cerrado. Muy cerrado. Cerril incluso. Es lo primero que uno piensa al pasear por él y echar un vistazo a los muebles y las estructuras del edificio que lo conforman. Todo en un ambiente algo cargado, con poca ventilación. Apenas corre el aire por sus salones y cuando lo hace la gente que habita en su interior mira con lupa la dirección que lleva, los aromas que desprende y sobre todo, de donde proviene. No sea que no se deba respirar. Algunos flamencos llevan al borde de la asfixia bastantes lustros y tan felices.

Por eso, ser un poco transgresor por aquí tiene su porcentaje de heroicidad. Si te pasas puedes provocar un cataclismo que acabará con tu carrera, a poco que te sentencie el Sanedrín. Camarón empezó “por el buen camino”, pero al amigo se le quedó pequeño el panorama y abrió las ventanas. Casi le tiran por ellas. Menos mal que la afición y la Historia se encargaron de ponerlo en su sitio.

Otro tanto pasó con Enrique Morente, artista de sublimes resultados artísticos fruto de una cabeza pensante y una garganta ejecutante que, sin duda, hicieron que los cimientos del templo de los sumos sacerdotes se vinieran abajo varias veces. Aunque luego él mismo les hiciera un favor y lo volviera a levantar. De este último tenía pensado escribir.

El maestro Morente se nos fue cuando 2010 daba bocanadas y todavía en este verano de 2011 estamos deglutiendo algo que nos va a costar digerir algunos años. Su sola presencia era garantía de actividad permanente en las cocinas flamencas y, hombre, no es que nos hayamos quedado sin platos suculentos que servir, pero desde luego nuestra carta ha perdido bastante interés, sobre todo si se trata de ofrecer novedades a comensales con un mínimo de exigencia.

Eran días en los que la rumorología jonda se hacía eco del entonces delicado estado de salud del maestro Moraíto. Por eso nada hacía presagiar que en apenas una semana Enrique Morente, de quien sabíamos acababa de rodar un documental, pasaría de ser hospitalizado para una rutinaria intervención, anunciada como de úlcera estomacal, es lo que se nos dijo; a un estado irreversible que acabaría con su vida. Sobre las polémicas últimas horas del granadino mucho se ha dicho y escrito, a veces con más corazón que cabeza y siempre sin un informe consensuado, prevaleciendo las opiniones en dos bandos ya enemistados: facultativos y allegados. A día de hoy aún no se ha oficializado con pelos y señales un suceso que, para nuestro pesar, ya no tiene más vuelta de hoja.

De la noche a la mañana el panorama musical español perdía a uno de sus puntales. Y al flamenco, el más afectado, esos bajonazos siempre le pillan con el pie cambiado. Pasó con Camarón, salvando las distancias, y ahora le tocaba a un viejo conocido del isleño. Perder a un genio de la importancia de Morente en un momento de especial fecundidad creadora era algo que el flamenco no se podía permitir, y a las pruebas nos remitimos.

Tanto en Madrid primero como en Granada después, todos los profesionales acompañaron a Morente hasta su última morada con el corazón encogido y sin todavía poder explicárselo. Hasta Paco de Lucía, guitarrista que de un tiempo acá no se deja apenas ver, no dudó en presentarse en la capilla ardiente de la SGAE y alzar su voz para subrayar la honestidad de un artista con el que nunca grabó.

Enrique Morente era nuestro último gran creador de cantes, letras, giros, melodías. Una figura en lo flamenco al nivel de los Chacón, Marchena, Pastora, Mairena o Caracol, con el añadido de su irreprochable y comprometido talante personal.
Fue Morente una guía que dejó muchos seguidores y devotos, pero ningún discípulo apreciable que hoy se pueda situar en su estela.

Ahí está el problema. Nadie duda de la cantidad de buenos artistas que en la actualidad posee este arte. Pero otra cosa es ponerle nombre y apellidos a ese faro que guíe las creaciones y la estética de los cantaores actuales. Carmen Linares parece la elegida, a falta de jóvenes cantaores con afanes renovadores más allá de la mera, eso sí, impoluta, recreación.
Pero la jienense no puede ser la única primera figura. Hace falta una renovación mucho más profunda y urgente que la que otorgue la inercia de los años y las coyunturas de cada época. Ahora mismo el flamenco esta huérfano.

Está por ver además la senda que tome ahora la carrera de la hija mayor de Enrique, Estrella. Principal valedora de su arte y defensora de un legado que va más allá de una lista de discos y creaciones imprescindibles. Sería absurdo meter en el mismo saco a toda su estirpe. Sin tener apenas esbozos de las condiciones flamencas de sus hijos pequeños, es ella la principal heredera y por ello la que cargará con parte de una púrpura que Enrique se llevó en su mayor parte, muy a nuestro pesar.

Sobre Pablo San Nicasio

Pablo San Nicasio coordena a seção “al toque” da revista Acordes de Flamenco e escreve como crítico nos portais Jondoweb.com e Deflamenco.com. É colaborador especialista das revistas Doce Notas e El Canon e participa como jurado dos prêmios nacionais de crítica flamenca na Espanha. Faz parte do Duo Arte Linkado.